lunes, 6 de septiembre de 2010

CARACTERÍSTICAS DEL DOCENTE IDÓNEO PARA EL ENFOQUE DE COMPETENCIAS

Todo ser humano, conforme lo afirma Paulo Freire, esta movido por su vocación ontológica e histórica de ser más. Ese ser más que no significa para nada estar por encima de otro ser humano sino, por encima de sus propias limitaciones, sus propios miedos. En este sentido, el ser más, significa crecimiento como ser humano en su infinita capacidad de darse para si y para el mundo. Podríamos decir que todos tenemos vocación de sabios, pero no lo somos aún, no obstante podemos volcar todo nuestro amor, energía y entusiasmo en esa dirección. Podemos ser amantes de la verdad, de la sabiduría, podemos en otras palabras, ser filósofos. Y, en nuestra condición de educadores, nos corresponde hacer que nuestros discípulos se acerquen a la sabiduría, pues esta es propia del ser humano, está ahí para su bien, “para hacer buena su vida real y concreta”


El educador, desde el enfoque de competencias, no es un mero instructor que imparte conocimientos y evalúa para ver cuanto “saben” los “alumnos“ Dotado de una formación ideológica humanista, de una cosmovisión de avanzada, el educador es un filósofo, un intelectual, una persona comprometida con el ser humano, con el mundo. En ese sentido, su acción orientadora de los aprendizajes está enriquecida por un lenguaje sencillo, veraz y profundo, propio de la sabiduría. Ningún educando, puede salir de su clase o de escuchar su disertación, con la sensación de no haber entendido nada. El compromiso docente es hacer que sus discípulos “alcancen por la educación la sabiduría, ya que, como afirma Aristóteles, el que aprende deviene sabio, del mismo modo como el hombre se hace partiendo del niño. Ser maestros no es ser dueños de la sabiduría, pues solo somos estudiantes mayores de nuestros estudiantes que vamos creciendo con ellos en el intercambio de experiencias vitales al caminar juntos tras la verdad y el bien”.

En este sentido el maestro debe ser un evangelio vivo, como lo afirmó José de la Luz y Caballero. Es un imperativo el alto nivel de criticidad y de protagonismo de transformación social en su medio, como lo fuera a través de sus escritos, el ambateño, Juan Montalvo. Altísimo su nivel de cultura, su lenguaje, no en el sentido de llegar a ser un erudito, sino más bien, en la mirada de estar más cerca de la sabiduría para poder guiar, llevar, en esa dirección a los educandos. Qué se vean publicadas las obras de un maestro, que se escuchen en los medios sus discursos y opiniones, que se publiquen sus ensayos, que se vean esos círculos de estudio, los grupos de investigación, los promotores de cursos, seminarios y encuentros de ciencia, arte, tecnología, deporte. Que se vea al maestro apasionado por descubrir nuevas formas de evaluar de enseñar, de aprender.

Habrá que asumir una actitud coherente como maestro, recordemos que es el ejemplo la mejor lección, por lo tanto, el educando debe ver en su maestro no a la persona que solo se queja de lo que pasa a su alrededor, sino que se implica en el proceso de transformación, con creatividad, con firmeza, con altura. El Centro Educativo, se lo debe permitir, si no, él mismo, por su dignidad, y con todo el derecho como ser humano, deberá promoverlo y exigirlo.

Sin pretender que el ser educador es la más valiosa de las carreras profesionales, porque todas tienen su propio valor, el que sea apreciado por sus resultados solo depende de los propios educadores.

Es indiscutible que la educación no se inicia en la escuela, se inicia en el instante mismo en que la criatura nace, e incluso desde su concepción. En este sentido los primeros educadores son los padres. De ahí que, particular atención le corresponde prestar a la institución educativa, a la formación de los padres, pues son ellos los primeros que deben ser esmeradamente educados, de manera muy especial las madres, pues son ellas las encargadas de traerlos al mundo y las primeras en educar los afectos, esfera de importantísima implicancia en el proceso de aprendizaje y de la salud mental.

La familia es la célula de la sociedad, todos lo sabemos; pero no basta con saberlo, hay también que comprender lo que eso significa y darle la atención que corresponde. El centro educativo, no termina su misión con desarrollar un currículo, atendiendo solo a un sector de la comunidad educativa. Debe, si quiere ser eficiente, involucrar también a los padres, y a éstos les asiste la obligación moral y ciudadana de participar en ese proceso, que no es otro que un proceso de humanización y crecimiento personal y social. En ese sentido, el educador debe ser un líder que convoque y desempeñe su rol como un apostolado. Para ello se ha de servir de la herramienta principal del ser humano: la palabra. Palabra que entendida desde la pedagogía social, es acción y reflexión, expresada en el diálogo, diálogo que existe en el encuentro de los hombres mediatizados por el mundo. La palabra por lo tanto no es privilegio de unos, sino, derecho de todos y todas.

Reflexionemos sobre algunas ideas de Paulo Freire acerca del diálogo:

“El diálogo es una exigencia existencial. Es el encuentro de los hombres que pronuncian el mundo”…, siendo esto así, “no puede existir una pronunciación de unos a otros. La conquista implícita en el diálogo es la del mundo por los sujetos dialógicos, no la del uno por el otro. Es así que, no hay diálogo, si no hay un profundo amor al mundo, y a los hombres… No hay por otro lado diálogo si no hay humildad, la pronunciación del mundo con el cual los hombres lo recrean no puede ser un acto arrogante. El diálogo se rompe si sus polos o uno de ellos pierden la humildad. ¿Cómo puedo dialogar si alieno la ignorancia, esto es, si la veo siempre en el otro nunca en mí? ¿Cómo puedo dialogar si me creo un hombre diferente, virtuoso por herencia, frente a los otros, meros objetos en quiénes no reconozco otros “yo”? ¿Cómo puedo dialogar si me siento participante de un “ghetto” de hombres puros, dueños de la verdad y del saber, para quiénes todos los que están fuera son “esa gente” o son “nativos inferiores”? ¿Cómo puedo dialogar, si parto de que la pronunciación del mundo es tarea de hombres selectos, si no tengo fe en los hombres, en su vocación de ser más? Tampoco hay diálogo sin esperanza. La esperanza está en la raíz de la inconclusión de los hombres, a partir de la cual se mueven éstos en permanente búsqueda. Búsqueda que no puede darse sola, sino en comunión con los demás. La desesperanza es una forma de silenciar el mundo, de negarlo, de huir de él. La deshumanización, que resulta del orden injusto, no puede ser razón para la pérdida de la esperanza, sino motivo de una mayor esperanza, la que conduce a la búsqueda incesante de la instauración de la humanidad negada en la injusticia”.

Por último aquí plasmo los diez mandamientos para el docente activo que aplica el enfoque de competencias:

1. Partirás de los intereses y motivos de los estudiantes.

2. Partirás de sus conocimientos previos

3. Dosificarás la cantidad de la información nueva

4. Harás que condensen y automaticen los conocimientos básicos

5. Diversificarás las tareas y aprendizajes

6. Diseñarás situaciones de aprendizaje para su recuperación

7. Organizarás y conectarás unos aprendizajes con otros

8. Promoverás la reflexión sobre sus conocimientos

9. Plantearás tareas abiertas y fomentarás la cooperación

10. Instruirás en la planificación y organización del propio aprendizaje.

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